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 NO PODÍAMOS DEJAR DE HACER UN MONOGRÁFICO SOBRE EL RÍO ESLA Y QUIEN MEJOR PARA HABLARNOS DE ÉL QUE PEPE Y TITO.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

EL RÍO ESLA

Nuestro Esla es el antiguo Astura prerrománico, llamado después Estura. En la Edad Media se le conoce como Istola y también Stola, pasó luego a Estla y ya en el siglo XIII se llamó Esla. El Esla, con 285 Km. de recorrido es el más largo de todos los ríos de la península Ibérica que no desembocan en el mar.

 Todos debemos saber que el Esla vierte sus aguas en el Duero, en la provincia de Zamora.

La cuenca del Esla abarca la mayor parte de León, la mitad de Zamora y parte de Valladolid y Palencia, recogiendo las aguas de 16.613 Km. cúbicos.

Las primeras corrientes que forman el río Esla nacen en la provincia de León, en las estribaciones de los Picos de Europa, en el amplio abanico montañoso que abarca los Picos de Mampodre hasta Peña Prieta y que comprende los puertos de Tarna, Ventana, Arcenorio, Pontón, Pandetrave y San Glorio.

Hecha esta introducción, nos queremos dedicar al tramo del río que hay en terrenos de nuestro pueblo, es decir, desde el Piélago hasta el pozo Calderón en Carvajal.

Con permiso de los habitantes de Pesquera, haremos una mención de los Porticos, pues en este lugar estaba situado el puerto de la Presa comunitaria. Esta presa aportaba el agua (la mitad aproximadamente) al Molino y Central Eléctrica de Pesquera. La otra mitad, para la presa de riego del Cabildo. El separador del agua está situado en el casco urbano de Pesquera, justo pasado el puente de la carretera, donde estuvo la escuela.

Antes de continuar con lo que podíamos llamar descripción del río, queremos hacer un comentario sobre un hecho que ha condicionado, fundamentalmente, nuestro río: La puesta en funcionamiento del Pantano de Riaño, con un antes y un después muy claros y definidos. Antes del pantano, el Esla era un río de régimen de estiaje, llegando casi a secarse en el verano. Se podía cruzar el río por cualquier parte. Bastaba para ello arregazarse los pantalones. Otras veces, ni eso pues se podía pasar por los cantos. En los años secos, o muy secos, el agua de río aparece en las tablas o tablizos, lugar de refugio de peces, barbos y truchas. En los finales de invierno o principios de la primavera, eran frecuentes las grandes crecidas o riadas. Como el río no estaba encauzado, cambiaba de curso con facilidad y, cuando las aguas de la riada descendían de nivel, aparecían ganchos nuevos. Al volver a su nivel, digamos normal, en las orillas quedan arenales y cascajales, por donde correteaba un pájaro, que ya no se ve: el alcaraván.

En nuestro río, entonces, se podían diferenciar y ver perfectamente las raseras, las tablas o tablizos, los puertos... En la actualidad el río, por obra y gracia de la Presa de Riaño, mantiene un caudal de agua estable, más o menos abundante, pero de aguas frías, con lo cual nos hemos quedado sin baño, y otras diversiones propias del río y que, sin duda, echamos de menos. Además tengamos presente que es durante el verano cuando el nivel del río es más alto, es decir, cuando más agua baja. El mundo al revés.

En la época que vivimos, por suerte, el río ya no se sale de madre, ni los molineros tendrán que dejar sus casas por temor a las riadas.

Y llega el momento de contar como recordamos nuestro río. El Esla entra en terreno de Santibáñez a partir del Piélago, desde el puerto de la Presa del Molino de Villapadierna. El primer lugar que merece mencionarse es la Tabla Muerta, una de las mejores, por no decir la mejor, para pescar en verano. Truchas, barbos, peces, cangrejos... de todo había y en abundancia. Desde esta tabla sale una presa hasta el Chabanco para llevar agua al molino. En verano se hacía un puerto en el sur de la Tabla, pero apenas si pasaba agua a la presa. Cuando el verano era muy seco, el agua se filtraba por el lecho del río y volvía a aparecer en otras dos tablas más pequeñas antes de llegar a la rasera que no lleva, siguiendo el río, hasta la cabecera del Soto. Allí es donde teníamos nuestra zona de baños, es decir la playa del pueblo. Este lugar también era frecuentado por gente de Villapadierna, (lo sé más que bien) y allí compartimos baño, juegos, charlas, algún enamoramiento y lo que hiciera falta, hasta pedradas según me dice Tito.

Antes de seguir hagamos la aclaración de que el río, desde hace ya muchos años está coto, (coto de Pesquera) desde el final del Concarrón hasta los Pórticos en Pesquera. Viene esto a cuenta de que la zona de baños quedaba en pleno Coto y, además, en una tabla con pesca más que abundante. Para limitar la zona de Baños habían colocado dos tablillas, a unos 100 metros una de otra. De ese espacio no se podía salir, ni pescar ¡claro está! El guarda, Nemesio, lo teníamos por allí todas las tardes, pero... como sino. Su obligación era que no pescáramos y la nuestra intentar hacerlo y si cogíamos unas truchas a chapuzo mejor que mejor. ¿Quién no pescó alguna trucha en los gaviones que había en el pozo o en los veros que aún se pueden ver por debajo del gavión situado a la caída del agua del Chabanco? Yo me apunto.

No puedo continuar sin contaros qué me ha ocurrido hoy 21 de febrero de 2003. He dejado de escribir a mediodía, pues me encuentro un poco amurniao por culpa de la gripe, según creo, y la fiebre que tengo encima de mí. Esto hace que no pueda ni con un celemín de humo. Pero eso no es lo que quería contar. Es harina de otro costal. A las cinco de la tarde, después de dar una cabezada en el sofá y sudar lo mío por efecto de las pastillas, se me ocurrió poner la tele en la segunda de TVE. ¡Cual fue mi agradable sorpresa, cuando la primera imagen que veo, es un cruce de carreteras y un indicador que dice RUCAYO. ¡Leche! Me dije, pero si eso es León. Os juro que se me quitó todo el malestar de repente. Estaba viendo el programa de Jara y Sedal. El paisaje de otoño era, sencillamente, impresionante. Todo fue verlo y sentirme transplantado a Santibáñez. Todo lo que veía, maravilloso, me recordaba cuanto había disfrutado en el otoño de los años 2001 y 2002. Fue una sensación como si me liberase de algo pasado y me recordase lo mucho que aprecio y quiero a esa tierra. Esto, os aseguro, es una verdad como un templo y me duele en el alma estar lejos. Esperemos que, no tardando muchos días, podamos pisar las calles del pueblo y gozar de las cosas que ahora recordamos.

Bien, amigos, después de este rollo de Pepe, seguiremos río abajo. Desde la Cabecera del Soto seguimos con una rasera la cual acababa en el punto donde estaba situado en Puente Colgante. La estructura de este puente era la siguiente: A cada lado del río, (por el lado de Santibáñez a la cabecera del balsar -aún está- y por el de Villapadierna, un poco más debajo de donde caían las aguas del pozo de la Caldera) había dos enormes pilares de hormigón. Entre estos, otros dos con base de cemento y dos vigas de hierro, a unos 30 metros de separación uno de otro, aproximadamente. Dos gruesos cables, (de los que quedan restos) unían los dos pilares de las orillas separados, horizontalmente, por una anchura de 1,5 metros. Sobre estos cables se colocaron tablas de negrillo atravesadas y cogidas con puntas, formando el piso del puente o pasarela. Las barandillas del puente, que se meneaban, y bien, cuando pasábamos eran otros dos cables menos gruesos colocados a 1,20 del piso. El material empleado en la construcción del puente: cemento, piedra y grava del río, raíles viejos de la vía del tren León-Bilbao, cables del montacargas de la mina de Sotillos, negrillos de nuestras huertas y clavos de la ferretería Valentín de Cistierna.

La mano de obra, comunitaria de todo el pueblo, de hacendera. Maestros de obra, bastantes. De jefe el tío Pepe.


EL VALLE

Hablaremos de nuestro pequeño río. Digo nuestro porque su recorrido transcurre en nuestro terreno, recogiendo las aguas de las fuentes y la lluvia, desde los tres valles hasta la presa del Cabildo y desde esta al río Esla. Es por tanto, afluente del Esla. Es el VALLE.

Quizás parezca una osadía llamarte río, pero deja de serlo si pensamos, que no hace muchos años, nunca se secaba, ni en el verano. No se secaba porque lo mantenían vivo todas las fuentes del valle entre ellas la fuente los Ontanones, una de las principales.

¡Qué río!... peces, cangrejos, ranas, berros y pozos hondos con agua templada donde darse un buen chapuzón en los días de verano. Las aguas del Valle se aprovecharon para el riego. Existió el Sindicato del Valle que desapareció hará unos doce años. Tenía sus jornales de limpieza de madrices, lo mismo que en el Sindicato del Cabildo.

Existieron dos madrices. Una al sur, derecha de la corriente, por la que se regaban todos los huertos caseros, hasta el viejo transformador. La segunda al norte, por la que se regaba hacia las eras. Aún quedan trozos hechos de cemento. Aparte de los riegos, hay que recordar las tierras de labor de la zona alta del Valle. Hace años toda aquella tierra, hoy baldía, se sembraba. ¿Quién, de los mayores, no recuerda las huertas de Eleuterio y de la tía Clara María?

Este nuestro Valle también tiene un recuerdo de carácter lúdico: la pesca del cangrejo. Nos cuenta Tito que varias veces fue a echar los rételes y apenas había sitio. Otras personas se habían adelantado y habían cogido los mejores puestos de pesca. Eran los mayores de entonces. Allí estaban el Sr. Ubón, la Sra. Gregoria, la Sra. Efigemia, la tía Fe y nuestra tía, porque siempre fue así, la tía Candelas. También la Sra. Edelmira, "la caminera", junto a su marido el señor Aurelio. A la tía Justa no le hacía falta ir a pescar, de eso se encargaba el Sr. Octaviano, quien pescaba mientras cuidaba el ganado. Total, que con tantas personas, a ocho rételes cada uno, teníamos todo el valle ocupado.

Recuerda Tito que de niño, con seis u ocho años, los domingos a la tarde, después de salir del rosario, los chicos y chicas del pueblo se iban a pasar la tarde a la ribera del Valle luchando, jugando al calvo *, pescando cangrejos a mano bajo las piedras o metiendo la mano en los veros, como decíamos. Luego se hacía una lumbre, se asaban los cangrejos y... ¡a merendar!. Claro que esto ocurría en los años sesenta, antes de la Concentración Parcelaria, realizada entre el sesenta y seis y el sesenta y ocho, y que nos fastidió los mejores pozos de pesca, desde Valdeboda hasta el pueblo.

El Valle desemboca en la Presa Las Canales. Si recordáis siempre había mucha grava en los malecones de la presa a causa de las riadas. Ello era debido a que, cuando por el Valle venía una crecida, arrastraba tanta grava que taponaba la presa. Más de una vez hubo que sacar la grava con los carros de las vacas de tan tapada que estaba. Una de las crecidas más grandes del Valle, una auténtica riada, ocurrió hace más de cuarenta años. El agua corría hasta por la calle de detrás de la iglesia. Desde las eras a la iglesia, todo era una balsa de agua. Pasada la presa todo, desde las Vallinas al Fresnico, estaba como un mar. Hasta los animales padecieron las consecuencias de la riada. Hubo animales ahogados como los cerdos y las gallinas de la Sra. Pilar y el Sr. Severiano. A pequeña escala, esta riada la podemos comparar con la de estos días en el Ebro (febrero 2003), y que ha propiciado la alerta roja.

Todos los terrenos que comprende el Valle son, por naturaleza, muy húmedos, esto dificulta los trabajos de siembra, recolección, etc. Para mejorar o sanear, en lo posible, estas fincas y eliminar la humedad se hacían los puntíos. Zanjas que se llenaban de piedras hasta una determinada altura, con el fin de favorecer el paso de las aguas. Después se echaba la tierra de labor y... a ver qué pasa.

Actualmente, nuestro Valle (a falta de los exquisitos cangrejos) nos ofrece unas suculentas setas: la de San Jorge, las de cardo, champiñón silvestre, senderinas, etc. Que conste: de estas no cogió Tito cuando se intoxicó, con su familia, ya hace años y que coincide con el día en que Agapito se cayó del Nogal.

El año cincuenta y ocho, cuando aún las laderas del valle estaban pobladas de gruesos robles, que recordemos, hubo una gran producción de bellotas. Este fruto se recogía y se daba como alimento a los cerdos. Con tal abundancia de ellas, ese año los gochos del pueblo debieron ser auténticos Pata Negra. Otra forma de cebar el gocho, en aquellos años, era con hoja de roble o negrillo. Para ello se pelaban las ramas de los abundantes robles y negrillos y, con el saco lleno, para casa. Se mezclaban las hojas con un poco de harina de centeno y... al duerno. ¡Buen provecho, hermano gocho!

No se pueden olvidar Las Adoberas. Tiempo atrás fue la fábrica de adobes del pueblo. Cosa importante si tenemos en cuente que el adobe fue, hasta no hace mucho, el principal material de construcción de nuestras casas. Echad una ojeada a las casas del pueblo y lo confirmaréis. Ah! y no se puede olvidar a la persona que más adobes hiciera que fue Rebaque (el adobero). Como es notorio, hoy Las Adoberas ya no se emplean para hacer adobes. Una parte está ocupada por la pista polideportiva, otra por el merendero y el resto está plantado de chopos.

Para terminar, por hoy, no se puede olvidar el invitado de honor al hablar del Valle. Que...¿quién es?. Pues el frío. ¿Qué podemos decir que no conozcáis? Recordad las fiestas del pueblo. Casi siempre hace un frío que pela. Pues habrá que seguir conviviendo con este molestón invitado y no molestarle más, no sea que se enfade y sea peor. ¿Qué estamos exagerando? Pues quien lo dude y quiera comprobarlo que venga a la fiesta, el 29 y el 30 de agosto, y podrá opinar con conocimiento de causa. Nosotros os esperamos.

*CALVO. Juego infantil que consiste en derribar un palo que tiene la forma de un trípode de una sola pieza, con otro palo que se lanza desde una distancia determinada (mano). El calvo solía ser de roble, de negrillo, de balsa, etc. **VERO. Concavidades o agujeros excavados por el agua bajo la orilla del río, en los que se escondían los peces, truchas, barbos y cangrejos.

NOTA: Al escribir sobre los pozos del pueblo, se olvidó involuntariamente citar a quien, posiblemente, fuese el último pocero que trabajó en Santibáñez. Se llamaba Carraguau. Si alguien recuerda su verdadero nombre, le agradecemos lo haga saber. Fue un personaje pintoresco y a la vez muy culto. Quienes le conocimos y tratamos podemos dar fe de ello.

Pepe.